Nuestra historia


Crónica del vino de Mondéjar

Decía Don José Ortega y Gasset que el vino es un problema cósmico: solo un Dios puede haber dado a los hombres un manjar tan delicioso; y no debía faltarle razón al pensador madrileño, porque durante siglos creyentes y agnósticos han disfrutado de este delicioso néctar, cuyo origen se remonta a las manos bíblicas del patriarca Noé, quien labró la tierra, plantó una viña y bebió su vino. Todos los pueblos de la antigüedad lo conocieron y coincidieron en considerarlo como un regalo divino.

La península ibérica fue uno de los primeros enclaves de la vid en la Europa occidental. El geógrafo griego Estrabón, al hablar del Tajo decía que en sus márgenes existían buenas plantaciones de olivos y vides.

En nuestro país, la dominación romana fue clave para la introducción del cultivo de la vid. Hay referencias de que en el neolítico ya había uva en la zona de Jumilla. 

De la edad media nos quedan otros testimonios. Según algunos cronistas, durante la época musulmana en Al-Ándalus se consintió beberlos y elaborarlos en contra de los preceptos coránicos, no debiendo olvidar que en la península convivían otras dos comunidades, cristiana y judía, que no tenían esa prohibición religiosa. Por otra parte, las uvas pasas son elemento destacado de la gastronomía árabe.

LLEGAN LOS MONJES FRANCESES

Años después de la Reconquista de Toledo, en el año 1101, Alfonso VI concedió a los mozárabes un fuero o privilegio, entre cuyas concesiones figuraba la libertad para poder plantar viñas. En el año 1150 el rey Alfonso VII recompensó a los caballeros templarios por su ayuda en la lucha, con tierras y viñedos en el Campo de Calatrava. En esa fortaleza se recibió en 1158 al monje Raymond de Citeaux, procedente de Borgoña, quien fundó la Orden de Calatrava. Se atribuye a esos frailes cistercienses la introducción en la zona, de una uva tinta, que derivó en nuestra variedad "Tempranillo o Cencibel". Diferentes expertos han puesto de manifiesto cómo la variedad Tempranillo, se extiende precisamente por las regiones donde se levantaron monasterios cistercienses. La orden de Calatrava también participó en la repoblación de las tierras de Mondéjar, capital del viñedo Alcarreño.

Singular testimonio del cultivo del viñedo en las tierras de Guadalajara es visible en el calendario agrícola tallado en la puerta de la iglesia parroquial de Beleña de Sorbe, uno de los más perfectos y más bellos del románico español. En la representación del mes de Septiembre, el campesino corta los racimos de uvas ayudado por un cuchillo y los va depositando en un cuévano de mimbre; en Octubre, se da cuenta de una labor vinícola tan característica como es el trasiego del vino desde un odre de piel a un tonel de madera.

UN CULTIVO CON PRIVILEGIOS

Durante los siglos XIII y XIV se propició un cierto proteccionismo al cultivo de la vid, para poder mantener las necesidades de abastecimiento. Así, los vecinos que querían verse exentos de alguna carga tributaria, tenían que plantar una superficie determinada de viñedo.

A LA CONQUISTA DE LA CORTE

Las relaciones topográficas de Felipe II manifestaban que "en Mondéjar se daba mucho vino, muy bueno y delicado, y hacense aloques muy escogidos"; junto a los esfuerzos ya citados de la Orden de Calatrava, la Casa de Mendoza había sido la gran impulsora de la viticultura en esta zona.

LA PLAGA DE LA FILOXERA

El cambio de siglo estuvo marcado por la incidencia de la plaga de filoxera, que incidió definitivamente en la evolución del viñedo. Esta enfermedad está causada por un insecto hemíptero, procedente de América, que devora las raíces de la vid antes de adoptar su forma voladora, infectando
rápidamente grandes superficies de terreno. Hacia 1870, la filoxera destruyó una gran parte de los viñedos europeos. La solución al problema vino por la repoblación de los lugares dañados con cepas americanas que eran inmunes a este insecto.

DENOMINACIÓN DE ORIGEN MONDÉJAR

La Denominación de Origen "Mondéjar" fue creada en 1996 y comprende 20 pueblos de la provincia de Guadalajara.

Las variedades cultivadas son Tempranillo, Cabernet Sauvignon y Syrah para tintos, mientras que para blancos se utilizan Malvar, Macabeo, Sauvignon Blanc y Torrontés; esta última es tradicional de la comarca, elaborándose con ella vinos de intensidad y profundo aroma, ligeros, con marcados acentos de moscatel y perfumados, siendo ideales para caldos jóvenes y afrutados. Los tintos presentan color intenso. Los elaborados con la variedad tempranillo son idóneos para envejecer. Los rosados han sido definidos por el premio Nobel en literatura, Camilo José Cela, como "vino de muy suave y gustosa embocadura".